Rompiendo sillas

Sólo se necesita saber que uno es gordo para entender que todo acto cotidiano a la luz de nuestra mirada se transforma…

Se preguntarán muchos el por qué y otros tantos ya tendrán la respuesta… La cotidianeidad a la luz de nuestros ojos siempre es un tanto diferente, actos sencillos, comúnes que uno realiza inconscientemente o de forma automática para nosotros pueden llegar a ser una tortura de cómo y cuánto los analizamos…

Un ejemplo sencillo, tonto y que muchos dirán “no lo creo” es el sentarse, un gordo siempre investiga a dónde apoyará todo su escultural trasero. 



Ante todo chequeamos de qué está hecha la silla, si es de plástico por lo general nos quedamos parados, a todos alguna vez nos sucedió sentarnos en esas sillas y que las mismas se deformaran de un modo que terminábamos en el suelo, a cualquiera le sucede esto, pero cuando le pasa a un gordo todos hacen la relación directamente proporcional de su peso y ahí está uno sintiéndose más gordo que de costumbre, mirando al mundo desde el hueco en el que quedó y nuevamente analizando cómo levantarse y recoger la dignidad que uno siente quedó hecha pedazos.

Si la silla es de madera disimuladamente la movemos un poco para ver si no está astillada y es firme, porque una cosa es romper una silla de plástico, pero muy distinto es destruir un asiento de un juego antiguo que no se consigue y lamentablemente uno piensa en esas cosas porque detesta que su peso sea tan evidente que hasta sea capaz de destruir aquello que de algún modo a uno lo debe contener.

No nos sentamos en sillas pequeñas, porque queda más de la mitad de nuestro ser afuera y parece que estuviéramos haciendo equilibrio, más que disfrutando de la comodidad de un buen asiento.

Le tememos a los cines, siempre pensamos si entraremos en la butaca y una vez sentados miramos toda la película cuestionándonos si seremos capaces de salir de allí mismo sin llevar acoplado en nuestro trasero toda la fila entera de butacas.

A veces los hechos más sencillos se nos vuelven tragedias, debemos pensar si viajamos o no en avión y una vez que nos aceptan está la posibilidad de que nos cobren asiento doble y sino es así puede ser que pretendan que seamos magos para entrar en un asiento en donde iría cómodamente nuestro brazo.

Por eso muchas veces nos quedamos parados, torturando a nuestras piernas que nos aguantan completamente, chequeando una buena pared para apoyarnos y tratar de descansar de algún modo, y así dejamos de lado múltiples actividades por el miedo a romper, a quebrar, por vergüenza a que se note demasiado cuán gordos somos, como si un dedo pudiera ocultar el sol…

Y el mundo sigue y una vez más nos damos cuenta que hay muchos aspectos de nuestra sociedad que sólo están adaptados para modelos estandarizados y precisamente nosotros no somos de esa talla. 

Sin embargo creo que la opción está en buscar una alternativa, encerrarnos no es la decisión y a veces hay que aprender a reírse de las sillas rotas y quebrar los prejuicios que nos siguen ocultando…

Laura A. Pereyra - Yo la Más Gorda de Todas

Nota publicada el 1 de Julio de 2009

Ilustración: @destinydarcel

Facebook: @yolamasgordadetodasxl

Instagram: @yolamasgordadetodas