Hoy la señora mayor, entrada en años, apenas me ve me toma de la mano y me hace su comentario más feliz acorde a mi tamaño y a todo mi ser, “estás más flaca”…
La miré, traté de armar la mejor sonrisa falsa que podía esbozar en ese momento y le contesté con la amabilidad más sarcástica y contundente “para nada”, frase que repetí en tres ocasiones para que no se animara a seguir comentando sobre mis kilos de más que a ella y a nadie le deben preocupar y menos importar.
A las señoras mayores les encanta comentar sobre las gorditas, parecen tenerle lástima y si suponen que están más flacas se lo hacen notar como si sus palabras ayudaran a levantar la autoestima, obvio que no, sobre todo porque cuando una es gorda tiene absolutamente claro cuánto pesa, cuánto le falta por adelgazar y cuánto no soporta que le hablen de su peso.
Me impacta muchísimo cómo la gente necesita comentar si alguien está más gordo o flaco y siempre se felicita a este último, provocando una bronca contenida en quien es gordo porque a este pocas veces se lo hace resaltar por su propia belleza.
La gente tiene el chip que relaciona lo gordo con lo feo y no pienso ponerme a realizar un análisis filosófico de la belleza y la fealdad, pero estaría bueno que cada uno hiciera su propia reflexión interna y pudieran responder por qué se enfocan los comentarios más negativos sobre el peso.
O es que los gordos andamos por el mundo, diciéndole a la gente “cuántas arrugas tenés”, “uhhhhh tenés pie plano”, “tenés mal aliento”, “qué fea piel que se te nota”, “sos histérica”, “se te cayeron las lolas”, “sos impotente”, “te faltan los dientes”, “sos sucio”, “tenés olor a transpiración”…
El gordo o la gorda no se mete con los otros, no molesta, no juzga, por ello sería buenísimo que la sociedad dejara de mirarnos como bichos extraños, como si nuestro tamaño definiera quiénes somos, sólo es una parte de la inmensidad de nuestra esencia.
Laura A. Pereyra - Yo la Más Gorda de Todas
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Ilustración: Pinterest /
Nota publicada el 21 de enero de 2009 -