La imagen que no vi

Hace casi 18 años atrás, iba por primera vez a la psicóloga, producto de no poder mirar mi cuerpo.



Trabajamos mucho sobre el mismo, pero una propuesta de la especialista me movilizó mucho y fue que llevara fotos de chica hasta la actualidad para observarme.

Como si un velo cayera delante de mis ojos, una verdad dura me mostró que había otra Laura que hasta ese día no había visto. 

La Laura que veía en esas fotos no era la gorda que tenía en mi cabeza y ahí caí en la cuenta de que me construyeron desde afuera, fruto de una profunda falta de amor propio y de no creer en mí.

Fui obediente a las voces que me nombraban y describían, acepté las percepciones de los otros, basadas en modelos de la época, en el que si encajabas en un molde eras flaca y si no eras gorda.

Yo acepté y sobre todo creí ser la gorda que me decían, lejos estaba de pensar en la diversidad corporal. El asumir como me nombraban era aceptar un cúmulo de conceptos que me hicieron enjaular en el silencio, en la timidez, me sentía avergonzada de ser quien era, de habitar ese cuerpo, era una autómata que vivía en actitud de pedir disculpas y perdones como si mi pecado fuera tener un cuerpo que rompía con la norma.

Era claro que era más alta que la media de mis compañeras, que mi cuerpo era más grande que otros, pero había muchos cuerpos que me rodeaban, no eran todos iguales, la trampa en la que caí fue creer que lo que me decían algunos era la verdad, y en un tiempo en el que ciertos pensamientos eran los “correctos” así acepté que yo, y el cuerpo que habitaba, eran “incorrectos”. 

Cuánto tiempo perdemos de nuestras vidas sintiéndonos mal, tratando de ser otros, exponiendo al cuerpo y a la mente al juicio ajeno, se nos va la vida intentando desaparecer o encajar, perdemos años, literalmente, escondiendo nuestra esencia, ni nos animamos a pensar en la posibilidad que quizás no hay nada malo en nosotros, que somos lo que somos, que nuestros cuerpos simplemente son y hasta un día podemos llegar a descubrir que son perfectos.

En el mientras tanto sufrimos, nos ocultamos, nos culpamos y la vida pasa, al punto que un día alguien nos hace mirar unas fotos, vemos que pasaron los años y de repente en esas fotos hay alguien que nos observa desde el otro lado y la revelación ocurre cuando nos damos cuenta que no nos estábamos viendo, que sólo teníamos puestos los lentes de prejuicios ajenos, de mandatos insanos, y la gorda no era tan gorda y en realidad hay una mujer con curvas, que es ella, que puede ser feliz, que tiene una bella sonrisa y que hay que despabilarle la cabeza de las ideas que le han metido para que se libere de toda la culpa que carga, porque se merece todo lo bueno, lo bonito, porque el amor también la puede tocar y la van a amar por todo lo que ella es, en cuerpo, alma y mente.

Por eso que pasé alguna vez y porque me di cuenta, porque aún hoy con mis 48 años sigo cargando heridas, más allá de que son muchas menos, es que te invito a repensarte, a la luz de quien sos, sin la mirada de los otros, sin lo que te dijeron que eras o debías ser…

Volvé a vos, reconocete, da vueltas por cada espacio de tu cuerpo y de tu ser, animate a sentir como siempre lo deseaste, que nadie ponga obstáculos en tu encuentro personal, sé amorosa con tu esencia absoluta, simplemente necesitamos amor y la certeza de que no seremos atacados por vivir en libertad nuestra existencia física y emocional. 

Te deseo que hoy te puedas mirar y que cuando lo hagas te encuentres en verdad y plenitud con vos misma. 

Laura A. Pereyra - Yo la Más Gorda de Todas

Nota publicada el 5 de Junio de 2024

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Aclaración de la autora: Los textos que aquí se encuentran son parte del pensamiento de una época de mi vida. Como todas las personas evolucionamos y no todo lo escrito en su momento es parte de mi pensar en la actualidad, sin embargo este blog muestra el crecimiento de mi persona y mi pensar respecto a la temática eje del blog.