Comer en público

Sentarse a comer plácidamente es una tarea que no siempre resulta de lo más agradable para un gordo, sencillamente porque el estigma de los kilos de más, siempre hacen que algún oportuno te mire con cara de sabiondo y te manifieste con toda su intelectualidad que lo que estás haciendo no está bien.


Pongamos en claro algo, los gordos somos personas, necesitamos alimentarnos, tomar líquidos, hacer lo mismo que cualquier ser humano, sin embargo siempre anda suelto por la vida algún infradotado, que con aires científicos te expresa que tu ingesta no es la correcta, o el irónico chistín que siempre tiene un comentario como “tenemos hambre, no?” o aquel que dice “mejor me voy antes que me comas a mí”.

Una vez más me pregunto con qué derecho esta gente se mete en la vida de uno, en qué aspecto uno les dio la facultad para que opinen y se metan en acciones propias e individuales que les son absolutamente ajenas y que no molestan a nadie.

Es tan fuerte la mirada social que muchos tienen sobre los gordos que es un gran peso para cada uno de los que estamos excedidos en peso, un flaco puede ir comiendo un chocolate y nadie le dirá nada, pero seguramente si es un gordo, algún personaje aparecerá para hacerle algún comentario como “angurriento”, “dejá de comer, gordo”, “seguí así que vas a reventar”.

Sólo basta observar un gordo comiendo en un espacio abierto y darse cuenta lo que dice su lenguaje corporal, se siente intranquilo, oculta y se siente más gordo por estar ejerciendo la sencilla acción de comer en público.

Al gordo siempre le pesa la mirada ajena y le suma más kilos a su mente y a la imagen que tiene de sí mismo.

Ojalá las personas comenzaran a ocuparse más de sí mismas y dejaran de molestar a quienes son gordos, porque bien dice la frase “la libertad de uno comienza cuando termina la del otro”.

Laura A. Pereyra - Yo la Más Gorda de Todas

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Nota publicada el 26 de Enero de 2009 -