Comer con Sabiduría

Es tan normal escuchar de boca de los padres, “ya no sé qué hacer con mi hijo, come todo el día porquerías” o “come mal, pura comida chatarra y a cualquier hora”, de este tipo de comentarios hay cientos y cada vez se suman en proporciones mayores.


Sin embargo muchas veces hay poca autocrítica y un sinceramiento real de los padres que son responsables de que sus hijos hayan adquirido esos malos hábitos.


Si la familia es el núcleo primario de relaciones sociales, donde se aprenden los fundamentos para vivir, no podemos hacernos los desentendidos de las razones por las que los niños y jóvenes acuden a la comida chatarra.


Tengo el fuerte recuerdo de mi infancia de la comida casera del hogar, de masticar carnes, de saborear verduras y frutas, de ver cómo cocinaba mi madre y abuela. Podía hasta sonar autoritario el concepto, pero debíamos comer lo que nos preparaban, y experimentar lo desconocido se volvía una aventura.


En aquellos tiempos la comida rápida existía como un concepto lejano, el delivery era una rareza y las casas de comidas para llevar preparaban platos elaborados, donde se tenía en cuenta una variedad de alimentos que eran nutritivos.


Sin embargo gracias a la incorporación como cotidiano de espacios para comida rápida y de tener en la heladera todos los teléfonos de distintas casas de comida, hemos dejado la elaboración de lado, hemos sucumbido a la vagancia de masticar, y esto se traduce en los pequeños que son nuestro reflejo y se han transformado en pequeños perezosos que no quieren probar verduras más allá de la papa, que creen que la lechuga es pasto y la única carne posible es la hamburguesa de Don Mac.


No podemos exigirle a un niño que coma saludablemente, si antes no ve el ejemplo en casa, si no somos capaces de elaborar platos exquisitos que compitan en sabores, colores, gustos y que sean un canto a la vida. Difícilmente estos infantes podrán captar la esencia del verdadero placer de comer con conciencia si los hemos atosigados con pizzas de supermercado, con cajitas felices que les atrofian las papilas gustativas o puras golosinas para calmar sus berrinches.


Y habló yo, que soy amante de los chocolates y me encantan los dulces, pero también tengo claro que todo exceso hace mal y lo peor de todo es que nos quita la posibilidad de gozar realmente del placer que nos brindan cuando los sabemos disfrutar de vez en cuando.


No es lo mismo llenarnos la boca de porquerías que probar cada bocado como una experiencia para el paladar y si estas formas de relacionarnos con la comida las perciben nuestros hijos, seguramente contagiaremos una buena actitud en ellos.


Dejemos de retar y reprender a los niños y empecemos a analizar que tan buenos ejemplos les inculcamos para que ellos puedan aprender hábitos saludables… 


La comida debe ser disfrutada y estimular los sentidos… si es nutritiva nos llena de energía, salud y nos da otra perspectiva de los pequeños actos cotidianos, como comer con sabiduría…

Laura A. Pereyra - Yo la Más Gorda de Todas

Nota publicada el 6 de abril de 2011

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Aclaración de la autora: Los textos que aquí se encuentran son parte del pensamiento de una época de mi vida. Como todas las personas evolucionamos y no todo lo escrito en su momento es parte de mi pensar en la actualidad, sin embargo este blog muestra el crecimiento de mi persona y mi pensar respecto a la temática eje del blog.